Columna de opinión del exsecretario regional ministerial de Obras Públicas Región Valparaíso, Pedro Sariego Pastén.
Habían muchas razones para NO votar a Parisi, y muchos de los que lo votamos compartimos ese tono moral, pero existían otras razones de por qué SÍ había que hacerlo, y esas primaron.
Primeramente, porque este país sufre aún una enorme presión social desde el estallido que está latente, y no sé puede jugar con ella. Lo que ocurrió en Chile es una cuasi revolución producto de la desigualdad a la que el modelo y su sanedrín nos precipitó, sin que nadie hiciera absolutamente nada por modificarlo. A eso han de sumarse los abusos sistemáticos de la élite que incluyó a empresas vergonzosamente coludidas para ganar más y más, y el saqueo de las instituciones del Estado comenzando por los sueldos de los parlamentarios, que son de los más altos del mundo -caros están para lo que han hecho-, amén de esa sensación de desidia e incompetencia que te provocan sus autoridades electas y nominadas para abordar y solucionar problemas ya endémicos y otros que nos amenazan a los chilenos, justificándose en imposibilidades jurídicas que ellos mismos no cambian por años de años. Hasta que estalló la crisis social en pensiones, salud y educación de calidad, amén de que, además de ellas, ahí está la inmigración inimaginable, y aun no se cambian las leyes; ahí están los niños del Sename y aun falta mucho para que la nueva institucionalidad se implemente; ahí está la catástrofe ad portas por la escasez hídrica, en que las autoridades, seminarios más, diagnósticos menos, comisiones y más comisiones, pareciera que solo dejan pasar el tiempo, y rezan escondidos para que llueva. Siempre falta algo en una élite eficiente en el mercado y deficiente con el Estado a la hora de hablar de beneficios para los ciudadanos.
Ante esto, Parisi propuso como todos poner fin a los abusos, pero además cambios posibles dentro del modelo, reformas profundas que la derecha no hace, pero tampoco procesos refundacionales al socialismo que permitan que los privilegios del capital pasen también a los ciudadanos. Ejemplos: que los impuestos de los combustibles que no pagan las mineras, ahora lo hagan, y dejen de pagarlos los ciudadanos. Que la élite política elegida y nominada, deje de pagarse a sí misma esos enormes sueldos que ofenden a los representados. Que la autorregulación en torno a la actividad productiva, económica y financiera no sea la norma, porque supone entre otros que los chilenos somos seres superiores en lo ético y moral al resto del mundo, lo que es una falacia. Fin al IVA a los medicamentos, en que el Estado lucra. Que el foco esté en la innovación y el emprendimiento, modificando de partida el régimen tributario a favor de las PYMES para permitir que sea el motor del desarrollo, entre tantas otras reinvicaciones concretas de la ciudadanía, era cosa de leer el programa de Parisi.
Por su condición de economista, amplios sectores ciudadanos percibieron que sabía de lo que hablaba. Por lo mismo, su programa era muy sólido y no estaba lleno de promesas banales y equivocaciones de kindergarten.
Es grande la lista de chilenos que creen que se deben hacer cambios al modelo, reformarlo, pero no voltearlo. Pero tampoco hacer como si nada hubiese ocurrido y, no basta la promesa de orden, primero porque se desconfía de la élite chilena gatorpardista para la que «todo cambia para quedar igual». Por consiguiente, muchos chilenos pusieron en la balanza los pecados y faltas personales de Parisi, entre esas el que no haya llegado al país. Faltas que por lo demás que fueron profusamente documentadas por todos los medios de comunicación, algunos de ellos en forma artera.
No fue fácil decidir, vivimos una hora compleja, se requieren muchas dosis de inteligencia emocional en esta hora, el camino está lleno de espinas, el tono del país ha sido varias veces dramático, las partes históricas se odian a muerte, pero ambas aborrecen todo lo diferente a ellas y a todo lo que pueda amenazar el eterno estatus quo. En fin, votamos cada uno de nosotros pensando que es lo mejor para nuestro querido país, nadie cometió ningún pecado por votar por Parisi. Por lo menos, así lo entendieron en el norte, las etnias de los pueblos originarios, los pueblos pampinos, incluyendo las grandes ciudades. Por cierto, no fue alternativa para el segmento ABC1 del emblemático Distrito 11 (Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea) de la capital del reino.
Ciertamente que merecen unas palabras la creatividad de su impactante franja electoral. Toda una innovación que fuera teorizada en publicaciones y libros hace años ya por autores chilenos como Carlos Cantero, y que un grupo de jóvenes de las comunicaciones y la informática llevó a la práctica por las redes digitales, desarrollo que hoy todos quieren conocer en el mundo entero. No hubo promoción en radios ni nada, luego por lejos fue la campaña más barata de Chile. Un acierto de la gente que caminó estos días con poleras blancas y la estrella azul entre nosotros.
¿Qué queda ahora?, el turno de los politólogos y cientistas políticos para entender lo que pasó.
Nota: NO soy militante del PDG.
Saludos Cordiales.